sábado, 2 de mayo de 2015

Sesgos.

Sola. Volví sola caminando a casa. Aquella noche de otoño era fresca. El viento barría las hojas secas del suelo, las personas a mi alrededor iban bien abrigadas, también yo. 
No llegaba a ser medianoche en aquel sábado de mayo. Las calles estaban en calma, adornadas con los tranquilos murmullos de los transeúntes, jóvenes, en su mayoría, probablemente en camino a divertirse, salir con amigos, disfrutar de la pausa de la semana. 
Yo caminaba sola. Paso a paso me alejaba del teatro, al que había ido también sin compañía. No me importaba, de hecho, no deseaba ver a nadie. 
Me había arreglado horas antes de partir solo para poder quererme un poquito ante el espejo. Tapé como pude mis profundas y oscuras ojeras, decore los ojos tristes, humedecí mis labios. Todo resultaba inútil, no había con que levantar mi animo encaprichado en arrastrarse por piso, pero, ¿que mas daba? Si igual todo se iría pronto al infierno, no iba a disfrutar menos por ello. 
Intente concentrarme en el ballet una vez sentada en la cómoda butaca de la primera fila, en el medio. Resultaba asombroso todo lo que los bailarines transmtìan con cada movimiento, cada gesto, cada mirada. Como todo eso coordinaba con cada nota de la orquesta... Y lloré. Lloré porque aquello movilizaba algo dentro de mi que se inquietaba ante tan anhelante armonía. Deseaba llevarme conmigo la paz que reinaba con la música, con la danza, sabiendo que no sucedería; que todo eso se quedaba adentro de la colmada sala Ginastera. 
Me picaban las palmas de las manos al salir, y la nariz se me empezaba a poner roja. Mi pelo volaba como las hojas del suelo. Nadie caminaba conmigo, y aun así no sentí miedo de las calles oscuras, no me sentí una extraña siendo acechada por la noche, porque los fantasmas iban por dentro; porque el frío que me perseguía era el de mi alma. La calma era por fuera, la soledad solo por dentro... Soledad que no me deja sola ni un segundo, que lleva a destruir todo lo que toco, la que me aísla como náufrago en mi propia isla, que es la casa vacía a la que llego esta noche, a obscuras, como mi alma, como yo misma. 

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