miércoles, 20 de abril de 2016

Había una vez sin Sancho

A mi amigo Sancho...

Había una vez un Don Quijote, sin Sancho Panza. Lo sè, cuesta imaginarlo, ¿no? Nos dicen Don Quijote, y automáticamente evocamos también a Sancho montando en su pequeño burro, fiel escudero de aquel loco lindo, que no veía molinos de viento, sino gigantes. Porque claro, de no ser por Sancho, las aventuras de aquel hidalgo, hubieran terminado pronto, ya fuera porque lo habrían tildado de loco, de hereje, lo hubieran matado los gitanos, o tal vez, guillotinado un molino. Don Quijote hubiera estado solo y triste, vagando sin rumbo preciso en sus fantasías, cabalgando hacia ningún lugar. 
¿Y Sancho? Sancho, hubiera vivido apagado en un mundo sin magia. Jamás se le habría ocurrido mirar mas allá del melancólico gris de la rutina y las estructuras. 
Sancho, su amigo Sancho, seguía a don Quijote con una lealtad digna de un caballero. Don Quijote a su lado, cabalgaba seguro y acompañado. Sancho, con el, aprendía a soñar, y Don Quijote con Sancho, a tener los pies sobre la tierra. 
No eran uno sin el otro. Por eso a Sancho se lo considera coprotagonista de la historia, y no un personaje secundario.
Y si, eran remotamente diferentes, agua y aceite. Ni mas ni menos que el otro, sin embargo, iguales, y por sobre todo, su amistad, los hacia mejores.
Por eso es que "si había una vez un Don Quijote sin Sancho panza", no hay historia que valga la pena contar, ni aventuras que valgan la pena vivir. 

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