miércoles, 30 de marzo de 2016

Reinventar-se. Reinventar-nos.

Era flaco, alto y un poco desgarbado al caminar. Tenìa una mirada de esas que cuesta sostener por largo rato, porque cuando tratabas de sostenerla, era como si te estuviera desnudando el alma. Esa clase de persona que no importa lo mucho que intentaras cerrarte y poner muros, él los derribaba todos hasta conocerte por lo que eras. Cuando llegaba a quererte, lo hacia sabiendo que había visto cada trapito sucio y cada maravilla de tu ser, era increíble, que te quisiera alguien así.
Y su voz. Esa voz serena pero segura, convincente y arrulladora, suave y acogedora, susurraba las cosas màs lindas, las màs divertidas, las màs graciosas.
Cuando caminaba, lo hacia  tranquilo, pero firme como si no tuviera apuro por llegar a ningún lado, como si estuviera perfectamente cómodo con el momento presente, y lo estaba. Le incomodaba pensar en un futuro estructurado, de rutinas y oficinas. No era que no le importaran los días venideros, no; sòlo que todavía no lograba imaginar un futuro donde fuera feliz. Esa presión constante que ejercía sobre él "el que dirán", "que pensarà la familia", esa obligación de ser "una persona de bien, un hombre con todas las letras"; lo abrumaban. En el fondo era un pájaro que no era consciente de sus alas.
Hasta que la conoció a ella. La vio venir como un huracán arrollador. Ella hablaba con una fuerza y una pasión que a el simplente lo hipnotizaron. Ocultaba sus cicatrices con coraje, era una luchadora. Bastò una mirada para unirlos toda la noche. Alcazò una charla para que no pudieran dejar de hablarse y escucharse. Observarlos juntos era como ver dos llamas de fuego entrelazadas, perfectas a su destructora manera.
Ella lo había estado esperando. Él no sabía que la buscaba.
Se amaron en sus imperfecciones, el curò sus heridas, ella le abrazò la soledad. Se tomaron de la mano para caminar a la orilla del mar, y todo fue bueno, y en sus vidas, por fin, había paz.
Cuando el cruel destino quiso separarlos, ella que antes de el había estado rota, sintió como todas sus piezas se unían para luchar por esa cosa mágica que la unió nuevamente. Ahora que por fin estaba entera, no iba a dejar que la oscuridad la arrastrara nuevamente al abismo. Y él, que la quería como si fuera su tesoro màs preciado, se paro fuerte a su lado, listo para hacerle frente a lo que fuera.
Así lo hicieron, rompieron todas las reglas, todos los esquemas. Reinventaron su propio destino, imaginaron una vida donde su casa estaría llena de libros, de música, donde viajaran por el mundo, descubriendo nuevos horizontes. Nunca uno atrás o delante del otro, siempre a la par, siempre juntos.
Ella le enseñò a volar y disfrutar el vuelo. El le enseñò a aterrizar para disfrutar la vista. Y juntos, aprendieron que el amor es libertad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario