lunes, 27 de abril de 2015

Carta a mi niña interior

Tenìas solo 5 años cuando te preguntaban que querías ser cuando fueras grande. En ese entonces, respondías con seguridad: "quiero ser una  científica". Y en ese instante, los grandes sonreían, te pellizcaban las mejillas o te sacudían el pelo, una palmadita amistosa en el hombro y la típica respuesta, casi cliché: "que linda, la nena". Tomaban a la levedad tus palabras, total, ¿que saben los chicos lo que quieren?

Sin embargo, fue solo pocos años después que tomaste dimensión de lo grande que es el campo científico, y tu respuesta pasó a ser más específica: "quiero ser doctora, para ayudar a la gente... quiero salvar vidas".
Y acá estás, de repente, envuelta en un guardapolvo blanco, con guantes descartables en un bolsillo, una pinza en otro, y en un futuro no muy lejano, luciendo un estetoscopio colgado en el cuello. 
De un momento a otro, estás sosteniendo una pipeta con sangre, discutiendo el método científico, tomando apuntes a la velocidad de la luz, cargando libros más grandes que vos misma; a las corridas de cursada en cursada, viendo la vida a través de un microscopio, dando clases y escribiendo una historia clínica; dando consejos o consuelo a aquellos que lo necesiten, aprendiendo a curar el cuerpo y el alma. ¡Si! el alma también, porque al buen médico no puede faltarle la ternura. 
Los años volaron, sin que alcanzaras a percatarte. Y te miraron incomprensiblemente, declarando que la locura se había apoderado de vos, muchos de que antes te habían sonreído, cuando la decisión fue definitiva: "voy a estudiar medicina"... que gracioso, algunos todavía parece que se negaran a creer que una persona pueda someterse a un camino tan difícil.¿Pero es que acaso algo es fácil en esta vida? A ellos les cuento un secretito: una vida sin pasión (ya sea una carrera, un deporte, la familia, un trabajo...) no me parece digna de ser vivida. 
Sin embargo, las personas más importantes, las que te siguieron desde el inicio, quienes creyeron en vos y lo siguen haciendo... te acompañaron en cada aliento, y hoy con cada pequeño gran logro, se levantan y te aplauden. 
Seguí luchando por conquistar tus metas, vas a alcanzar cualquier cosa que te propongas. No los defraudes, y más importante: no te defraudes; recordà  siempre que la única batalla que se pierde, es la que se abandona. 
Y por sobre todo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario